martes, 17 de julio de 2007

La neo-lucha de clases: Contra las fuerzas cohercitivas de la economía liberal

Espacios a-temporales de Revolución




La significancia de las utopías es muy variable y relativa. No en cuanto a su definición, sino más bien por su nivel de impacto. La necesidad del hombre de buscar el no-ser, la negación de la realidad, es una constante y tiene una lógica. Sin querer caer en aventuras sociológicas, hay un patrón de conducta del ser que lo hace re-negar su calidad existencial y de todo cuanto es, negando y enjuiciando categóricamente su realidad y su momento histórico. Es decir, pretende y sueña y desea aquello que es la no-realidad. La relación del individuo con su medio es fundamental para el estudio histórico, ya que en ella se confluyen los pilares esenciales que constituyen la Historia: Ser, Tiempo y Espacio. Heidegger en su libro Ser y Tiempo expone un concepto que explica en gran medida esta relación. El Dasein, entendido como el estar-en. Éste abarca la idea toda de la relación tiempo-espacio-ser, porque estar-en implica una manifestación existencial del ser en un lugar y tiempo determinado.

Ahora bien, esta relación tiene sus problemáticas. Cuando el ser es, lo es en un espacio y en un tiempo específico. Pero qué es ese espacio y cuál es su diferencia con el tiempo. ¿Se puede concebir un espacio sin el constante fluir del tiempo? ¿Y es posible el tiempo sin un espacio donde ser? ¿Será que la diferencia de ellos es sólo conceptual? Ambos son uno. Una retroalimentación natural que no sería tal sin esta dialéctica indisoluble y que el hombre la racionaliza y conceptualiza para poder aprehenderla y entenderla. El enigma del tiempo no es nuevo. Heráclito ya sentenciaba que “nadie se puede bañar dos veces en el mismo río” y con esta imagen poética de alma filosófica daba a entender la naturaleza del tiempo. Aristóteles lo relacionaba con el movimiento, ya que todo cuanto existe es en movimiento o está inmerso en él. En estos tiempos actuales se ha problematizado esta interrogante con la Teoría Cuántica, entendida como una teoría de las posibilidades y que aplicada a las ciencias sociales dice que el ser es en un mismo espacio y al mismo tiempo todas las posibilidades posibles de ser[1]. Con esto se pone en tela de juicio la capacidad de decidir del ser y el sentido de éste en la Historia. Cómo poder elegir si todo cuanto hagamos es el ser-absoluto que abarca la experiencia total de ser-en-un-presente. Siempre estamos siendo. Inexorablemente avanzamos de presente en presente, intentando aferrarnos al vaho de presentes pasados y proyectándonos a futuros presentes. Ya lo decía don Héctor Herrera Cajas, el único tiempo de la acción es el presente; el pasado ya fue y el futuro aún no es. Somos en presentes dentro de los cuales sentimos la constante percepción del constante movimiento y la llamamos tiempo y ordenamos nuestras vidas, nuestros procesos y nuestras estructuras de acuerdo a ella. La historia no es estática, se mueve rítmicamente de acuerdo a los hechos humanos, y es dependiendo del grado de conciencia y del valor que le de el individuo.

Estas problemáticas no son menores, ya que dar por sabido ciertas verdades es una aberración. Las verdades son tales cuantitativamente, es decir gracias a consensos que con el transcurrir del tiempo se fortifican con el fuerte peso de la tradición y aceptación colectiva.

Ahora bien, teniendo en consideración estas interrogantes y el grado de complejidad que es hablar del ser y su medio es interesante plantearse las grandes ideas del intelectual David Harvey, específicamente su utopía. Sin pretender hacerle una crítica simplista a ella, pretendo problematizarla, ya que para el avance en el conocimiento creo que es más importante el llegar a nuevas peguntas más que a respuestas limitantes. La respuesta es muestra de la frustración y mediocridad del ser, porque es estática… no va de acuerdo con el movimiento natural de las cosas.

“Camino por las calles de Baltimore y me siento mucho más horrorizado que Howard por la falta de justicia, unidad y amistad. Digo ‘más horrorizado’ porque ahora las desigualdades son tan llamativas, tan descaradamente innecesarias, tan contrarias a cualquier tipo de razón, y están tan aceptadas como parte de un inmutable ‘orden natural de las cosas’, que apenas puedo contener mi ira y frustración.”[2]

El autor no exagera. Como dice el gran filósofo José Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas, la mejor cualidad del intelectual es su capacidad de observar. De sorprenderse a cada momento de algo nuevo y sobre esa experiencia crear el cuestionamiento filosófico. Pero según lo expuesto por Harvey progresivamente se pierde la capacidad de asombro. Esto obra de consensos muchas veces impuestos coercitivamente por una elite, pero con maquillaje de civilización y con aroma a progreso.

El siglo XIX representa una coyuntura histórica en la que se re-direccionó el curso de ésta. Gracias a las bondades de la razón y a las verdades nacidas del intocable método científico, el individuo construyó un modelo de sociedad basado en la instrumentalización de las cosas y en el utilitarismo. En este siglo se consolidan ciertos conceptos fundamentales que serán los cimientos teóricos del siglo XX. Me refiero a la consolidación de la división internacional del trabajo y a los inicios del capitalismo, amparados por teóricos liberales como Adam Smith y Stuart Mill, y al gran invento de la burguesía para llegar al poder: la democracia. De ahí en adelante las sociedades tarde o temprano sucumbieron a los seductores brazos del modelo demócrata-capitalista. Y con el inexorable paso del tiempo se fueron constituyendo sociedades modernas, desde la perspectiva occidental claro está, y fortificando sus superestructuras en la infraestructura de un modelo de producción basado en, como dijo Marx, la explotación del hombre por el hombre. Es decir, las relaciones de producción fueron determinantes en la consolidación de este modelo. La elite burguesa creó, en cierta forma inconscientemente, una sociedad sustentada en la estabilidad de estas fuerzas progresistas, hijas de su tiempo.

Los países hoy en día echaron raíces en estas ideas y la masa crítica parece ser débil frente a sus incongruencias. Tal como lo enuncia la cita, las desigualdades sociales son aceptadas por todos. Políticos, creyentes, ateos, intelectuales, vagabundos, quien sea acepta la explotación y la existencia de la miseria. Claro, unos deben estar abajo sosteniendo a los de arriba que tanto se esfuerzan en realizar cambios que nunca llegarán. Los intereses de los menos aplastan la realidad de los más. Las jerarquías se mantienen y parecen ser más crudas y descarnadas.

Tal como lo anunció Nietzsche en La voluntad de poder, tras el convulsionado siglo XIX hubo una crisis de las expectativas y una transmutación de los valores fundamentales del ser. El hombre busca el sentido, pero no lo encuentra. La inversión valórica de la Iglesia le dice que ¡debe poner la otra mejilla! El hombre se volvió pasivo, estático, mediocre. Sumergido en un frío nihilismo el ser deja de creer y sólo vive el mundo que recibe. Atrás quedó el ideal de heroísmo y la aceptación de la lucha como medio de conseguir las cosas. No, porque en estas sociedades democráticas todo tiene su canal de expresión que está debidamente normado y dirigido.

El rebaño acepta humilde su momento histórico y se entrega agradecido a las fuerzas productoras de economía, al político de turno y a la publicidad y sus modas pasajeras. La cotidianidad está tan llena de cosas que se nubla la visión crítica hacia las estructuras y al meollo del asunto.

Debido a que esto no es un resumen ni una crítica del libro, no es necesario exponer descriptivamente la utopía del autor. A grandes rasgos, debido a una crisis del mercado financiero y a las nefastas condiciones ecológicas que causaron el colapso de la agroeconomía, ocurrió una revolución que marcó otra coyuntura y representó la des-estructuración del modelo social vigente y la superposición de otro modelo. Éste vendría a ser una vuelta a lo natural. El origen fundacional de una nueva era del Hombre. Se cierra el anillo del tiempo y vuelve a renacer de sí mismo, continuando su constante transcurrir: cíclico y eterno.

Sociedades en cierto modo primitivas buscan la negación absoluta, el no-ser, de su era precedente: des-prenderse de la Historia conocida y ser-diferentes. Esta idea no es un disparate ni una i-realidad. Si es posible agudizar los sentidos, podremos ver que las fronteras nacionales cada vez son menos útiles para las actividades que precisamente mueven a los países, la economía y el flujo humano y de capital. Los grupos humanos se alejan de los Estados-nacionales y las instituciones. Fenómeno globalizante de un desarrollo geográfico des-igual que aísla al hombre de su sociedad y lo conecta con realidades que son, pero que están lejos de su alcance. ¿Utopías? ¿Realidades virtuales? ¡Pero sí el hombre sólo es feliz en sociedad!, decía la sentencia de Aristóteles. La sociedad es cada vez menos social. Y los hombres son cada vez más in-felices. Caemos ineludiblemente en un vacío sin un arriba, sin un abajo. Producto de esto mismo hay intentos de búsqueda de una identidad que no se encuentra. El paisaje urbano es una superposición de la realidad que ya no calza, que no está a la altura de estos tiempos. El ser parece aislarse de su medio. Parece no-estar-en-el-mundo y su mente aturdida y sedada por la hiper-información de la que es blanco, lo limita a sólo ver como pasan sobre sus ojos los hechos. Hechos que acepta, porque claro, por algo son. Son parte de ese orden natural de las cosas, del que habla Harvey inspirado seguramente en Nietzsche, y porque por lo tanto es inalterable y debe conservarse. Los héroes parecen ser una raza en extinción. Nada nuevo en el horizonte, decían. Cero posibilidades de cambio y a conformarse con lo que nos dan. ¡No! Sí hay alternativas. ¿Cuáles? La revolución de los espacios de explotación.

Ésta se realizará re-evolucionando la dinámica temporal de las fuerzas productoras de economía, vale decir de la infraestructura, y las mentes de los hombres. Re-evolución entendida como el aceleramiento de los procesos naturalmente evolutivos que constituyen aquello que es-real. Me explico. Si las diferencias que sorprenden a tantos observadores son tan abrumantes, el campo de acción de quien pretende actuar y transformar las estructuras opresoras y sedantes de intelecto es en aquellos espacios donde se gestan las ideas que legitiman el status quo. Es decir, en una primera fase la revolución es intelectual, ideológica, mediante no ya una ciencientización de clase[3], sino de realidad, de los espacios geográficos y de su dispar desarrollo. Debe haber un despertar de las mentes, que les permita safarse del ritmo adormecedor que nos han impuesto. Ese ritmo es el tiempo y ese tiempo es el que hay que re-evolucionar.

Romper con la temporalidad implica buscar la negación de aquello que-es mediante, en una primera fase, un proceso de concientización que juzgue este orden natural de las cosas y sobre la base de esa crítica transformar el sistema de explotación, revolucionando sus conceptos fundamentales. Si las nuevas técnicas de dominación, ya sea el neo-colonialismo o la división internacional del trabajo, dan estabilidad al sistema, a ellas es que hay que des-estabilizarlas con la reacción y la subversión.

El capitalismo crea espacios de explotación donde no los había antes, incluyendo la mente humana. Las verdades sociales acuchillan cualquier intención de re-evolución individual. Por esto es que el primer espacio en donde deben actuar las ideas es en la mente humana, mediante el anquilosamiento del tiempo natural. Hacerse poseedor de un tiempo propio y utilizarlo en la gestación de ideas constructivas, pero sobre todo fuertes, capaces de hacerle el peso a la aplastante apatía universal. Crear espacios de debate intelectual y crear medios que bombardeen la cotidianidad e invadan los espacios colonizados por la emancipación neo-liberal y su aceptada lógica de explotación. Con la socialización de las ideas se logra el primer paso: despertar. Después viene la organización, pero aquí es donde topamos con la gran inteligencia de los arquitectos de este modelo. Las estructuras de producción están hechas de tal forma que impiden la sindicalización obrera y el movimiento de las masas. La condena y reproche social que reciben quienes lo intentan es lapidaria.

La carga histórica sobre las mentes respecto al fracaso y a la brutalidad de las ideologías, produjeron un resquemor hacia las ideas totalizantes que aleja la posibilidad de absorber nuevas ideas. Habrá que esperar varias generaciones para que el hombre se vuelva a atrever a soñar. ¡No! Ahí entra en juego la parte principal y el desafío de toda re-evolución. Hay que acelerar la asimilación colectiva de las nuevas ideas y hacer que su grito de denuncia silencie el ruido de las industrias y su ritmo sistemático de producción y comercialización. Los más son tiranizados y viven en la miseria, causa de un sistema superpuesto, no natural. El actual espacio geográfico del ser no-es original. Está sobrepuesto. El mundo puede ser distinto, pero para ello debe haber una revolución a escala universal que nazca en la intimidad del individuo. La primera piedra ya la tiró Harvey, pecador entre pecadores, quien se atrevió a soñar con las nacionas y un orden fuera de este espacio e ilógico temporalmente. Nuestro aporte es des-utopizarlo y realizarlo. Llevarlo de la idea a la praxis. Pero lo primero es lo primero, aún hay que despertar del sueño de las utopías mediante la concientización de la miseria del sistema e incentivando la lucha contra el adormecedor paso del tiempo… mal que mal, para pasar a la Historia hay que luchar contra ella. Hay que re-establecer la dialéctica y contraponerse a nuestro momento histórico, acelerando el flujo dinámico del tiempo y la socialización de las ideas utilizando los instrumentos comunicaciones que nos da el sistema. La re-evolución es posible… solamente hay que despertar.



[1] La redundancia es necesaria en esta idea, ya que potencialmente se es siendo todo en el Presente, único tiempo de la acción.

[2] Harvey David. “Espacios de Esperanza”. Editorial Akal, España 2005. p: 294.

[3] Entendido en la lógica conceptual de Marx.

Desde el mundo de las ideas