sábado, 7 de abril de 2007

La única verdad: ¡Es que no hay verdad!




La cuestión no son las respuestas, sino las nuevas preguntas.


La formulación que busca la esencia profundiza las respuestas, trasciende a los seductores brazos del conformismo y a la babosa consideración de los "sabios".




Es una búsqueda constante, dinámica. Nunca es suficiente.


Estamos sedientos de saber


(¿o no será más que la confirmación de nuestro vacío?).




Nos movemos sin-sentido,


revotando y cayendo.


Preguntando y creyendo.




Hacia dónde ir es la cuestión. Por qué debemos ir a algún lado. Para qué. Y llueven respuestas. Impuestas. Siniestras. Venenosas. Fatalmente exquisitas.




El mundo gira y avanza y nuestras preguntas pasan y mueren.


Y la angustia de no tener respuestas ni verdades absolutas mata como la más cruel pandemia. Hay verdades esparcidas en todo lugar, pero todas ellas sin cotenido.




Se cree porque en algo se debe creer


(para soportar la existencia, dijo una gran amiga).


Las verdades existen porque existe la vida. No hay vida sin verdades.






(quizás sólo hay que invertir la formulación e interrogar a la interrogante)

Desde el mundo de las ideas