martes, 24 de abril de 2012

Quieres ver sangre?
Anda! Ven, bésame.
Muerde mis latidos en labios palpitantes.
Muérdeme el corazón mientras devoro el tuyo.
Todo en rojo, todo salpicado en sangre y carne.
Aún quieres? Te ríes.
Te ríes y sin pronunciar palabra alguna me muestras tu lengua,
mirándome desafiante, con tu calor que todo lo quema, brotando de cada uno de tus poros, fluyendo con toda tu humedad hacia mi abrazo invisible.
Y yo, viento sobre las montañas no puedo escapar.
Preso de un líquido rojo que corre desde mi imaginación hasta mis manos,
sólo deseo besarte hasta que no queden huesos ni mujer ni instante.

martes, 10 de abril de 2012

Viento, viento mío
Llévate estas hojas secas
Límpiame la vista
Airea mi alma
Y si el cuerpo se resiste
Muéveme el suelo
Y si los ojos se me cierran
Arrójame espinas
Y si mi palabra es desafiante
Cállame con tus silbidos
Disculpa mi vocabulario
Disculpa mis pecados
Sólo soy una hojas más
En tus invisibles brazos.

Risato
‎-... Quiero verte.
-Cierra los ojos y me verás.
-Soy capaz de descuartizar un árbol entero para darte sus flores. Ríes con la sangre.
-No lo hago.
-Sí lo haces, lo estás haciendo ahora mientras mis venas explotan.

lunes, 9 de abril de 2012

Compré, pero la vendí...

Salgo de casa apurado. Necesito sí o sí un regalo para mi mamá. Hoy es su cumpleaños y no le tengo nada. Y no es que crea que el amor se demuestre con "cosas", menos si son compradas, pero ella se merece todo de mí.
Bueno, caminar rápido, pensamientos, entrar a ese mall terrible y buscar el reproductor de música. Ella se despierta todos los días antes de las 6 de la mañana para llegar a las 8 al trabajo. Viaja de San Miguel a Vitacura de lunes a viernes. Es un trayecto enorme y colapsado en el metro y la micro y deseo musicalizárselo.
En la tienda me dan 2 opciones con 10 lucas de diferencia. ¿Qué es lo que explica esa tremenda brecha en el precio? La boleta, si no la pido el mp3 me saldrá mucho más barato. Mi condición de estudiante pobre me hace escoger por la alternativa más económica. ¿El resultado? A la semana se le echó a perder el famoso reproductor a mi madre y mis maldiciones fueron irreproducibles al escuchar de la sonriente cara del vendedor: "Lo siento mucho, pero sin boleta no hay devoluciones".

jueves, 5 de abril de 2012

La vida en rojo

"Por ti, me bebería la sangre como el vino...", canta la radio sobre ese refrigerador del año uno, antiquísimo. Esos que son de una sola puerta, con partes metálicas picadas y manchadas.
Suena la música mientras ella, sentada en una silla de madera, desde un rincón de la cocina,
mira el cuerpo muerto de su marido. Lo mira en silencio con los ojos palpitándole desde dentro por expandirse más y más.
Lo mira conteniendo el aire, mordiéndose la boca. Sus manos tiemblan. La música tapa el callado desorden, acalla la violencia que se respira, cubre los vasos rotos, los trozos de loza quebrados, cuchillos, tenedores, cucharas, servilletas, manzanas, plátanos, ollas con comida desparramada en la blanca baldosa, el aceite de oliva acostado sobre el suelo, desangrándose.
Todo tapado de sangre. Todo salpicado en espesas manchas rojas. Y con medio cuerpo apoyado en la pared, él, el cerdo que trató de violarla, él con más de 30 puñaladas.
Los muslos los tiene abiertos y se asoma algo que podría ser los huesos, mientras cuelgan pedazos de carne suelta. En el pecho tiene un gran hoyo negro hecho por muchos hoyos de diferentes profundidades, tajos en los ojos, estocadas en las mejillas que le rompieron hasta los dientes. Todo en rojo. Todo mudo. Todo sin tiempo. Todo flotando sobre un gran charco de sangre que se expande lento, mojando los pies desnudos de ella que sigue mirando, absorta, contenida, reventando sus ojos, en silencio, enredando su pelo en sus manos, con la boca medio abierta dejando escapar pequeños suspiros. Sigue la sensación líquida, está mojada entera, todos los fluidos corren por su cuerpo frío, inmóvil, se van las luces y sólo queda un túnel silencioso y oscuridad y el ruido infernal de ese refrigerador vibrando. Humedad interna y externa. El invierno y las sombras caen sobre sus ideas. La mujer está meada entera. Despierta del recuerdo, del rojo trance. Solamente está ella con sus compañeras de celda.  Lleva tres años en prisión y no ha pronunciado palabra alguna. Sólo enreda sus pequeños dedos en su largo pelo negro y recuerda y siente cada una de las puñaladas frenéticas y lloradas con las que mató al cerdo de su esposo.

martes, 3 de abril de 2012

cuando se van las palabras...

Éste era un tipo que odiaba los libros y todo lo escrito. Un tipo que caminaba solo y cada hoja escrita que se encontraba tirada en la calle, la recogía y la guardaba secretamente en su bolso, mirando desconfiado a todas partes. Claro, todos lo veían al pasar, pero nadie se detenía en él. No existía. Invisible personaje del asfalto de una ciudad oscura, ruidosa, infartante. Los autos, las colas interminables, el aire ácido, la cochinada humana inundando las calles de plástico, botellas, basura.
Bueno, el tipo recogía papeles, durante todo el día. Sin discriminar, palabra escrita que veía en el suelo, palabra que secuestraba. Planearía algo macabro. Quién sabe.
Boletas, folletos, revistas, diarios, cuadernos, talonarios usados, todo, todo lo guardaba en un gran bolso. Hasta llenarlo. A veces tardaba el día entero, otras, un par de horas. Dependía de su sentir al despertarse. Pues el tipo tenía su historia. Historia que no vale relatar a esta altura. Resulta que al llenar su bolso se dirigía al patio trasero de su miserable casa, prendía un fogón, se calentaba, comía, se alumbraba y al calor de ese anaranjado silencio recordaba. Recordaba palabras que olvidó. Luchaba por llegar a ellas, pero nada, seguía hundido en su implacable silencio. Simplemente, no le salían las palabras. Y el tipo lloraba, lloraba porque no tenía palabras, no podía pensar, no podía hablar, sólo se despertaba cada día a recolectar escritos entre oficinistas, micros, autos, estudiantes, obreros, putas, abuelas, niños, todos hablando, todos riendo, todos odiando, todos siendo en sus propias palabras. El tipo no poseía ninguna. Sólo las portaba todos los días y tras enamorarse cada noche de ellas y jurarles amor eterno, las quemaba.

Una historia violenta

Adiós a las armas. Eso fue lo que pensé tras ver a mi viejo con una pistola en la boca.
Él no sabía que yo iría, él jamás supo nada.
Abrí la puerta y lo vi asomado al balcón, apuntándose. Sobre la mesa, media botella de whisky y sobre el computador algo de coca.
Yo no creo en la maldad, pero sí en la locura.
Vi sus ojos vacíos como si fueran dos copas negras sin fondo. Con un mal gesto medio muerto me miró y dejó caer la pistola.
Lo que sucedió después no lo recuerdo, sólo tengo imágenes que son cuadros detenidos en el tiempo:
un grito con los ojos cerrados. Sus gritos tras prolongados silencios contenidos. Un vaso roto y mi mano derecha tajeando torpemente mi brazo izquierdo.
Sangre. Sangre. Sangre. Sangre.
He sentido innumerables veces un fuego que desde dentro del estómago se expande
quemando y rompiendo,
liberando todas las bestias que habitan dentro
todas las maldiciones, todas las palabras, toda la sangre.
Fluyen furiosos todos los sentires como el vino en las venas de Dionisio.
No temo a la muerte. La vida continua y es un camino abierto. La ruta es abrir corazones, violar ojos, deshojarse y dejarse caer, desafiar al sol y callar con la luna...

Risato

Desde el mundo de las ideas