
Nunca pensé en la cristalización de mis abstractos sueños de aire.
Que ese aire mágico se materializara en ti.
Tú y mis sueños, lo más mío que tengo.
De polvo cósmico pasaste a insensible flecha certera y despiadada
que asedia violenta mis temores de que te quiebres, cristal perfecto, cortándome el cuerpo y los sueños,
los malditos sueños,
reventándome en lágrimas de sangre espesa, entregándome despiadada
a la maldición asumida de solitarios caminos
fríos sin tenerte, sin sentirte, olvidándote con odio
y maldiciendo, una vez más, al mundo miserable y sus estúpidas razones.
Aristo