lunes, 28 de enero de 2008

epitafio para un amor muerto

El calor del abraso final. No te pedí un último beso, porque eso habría sido cerrar la iLusión. La ilusión siempre queda. Y tu aroma cómo se quedó atrapada en mi garganta. La música de tu triste voz aún la siento resonar en mis tímpanos, calando mi sistema inmunológico, rompiéndome los huesos y reventándome el corazón en roja sangre. La mirada hacia atrtás y la duda de seguirte. Nuevamente miro: quiero rescatarte de tu suisida decisión. Sigo. La sensación e ese abraso aún no me deja. Se me nublan los ojos. Ya no estás.

Sí estás
te siento

Sí estás, porque te siento en mí: siento el ardor de tu alma dentro del mío.
Sí estás, siempre estuviste.

Las lágrimas son agujas que me cortan la cara. Me dueles... a cada segundo.
Cómo hacer frente a esta negra sorpresa. Cómo atacar, cómo defenderme, cuando he sido golpeado por la espalda. Jamás lo entenderé. Sólo el viento lo sabe. Sólo las flores lo saben.

Sientes cómo se crea un pequeño vacío en el alma? Es el vacío de la existencia que reclama la presencia del ser amado. Porque ya éramos uno. El vacío existencial. Suspiro existencial al sentir que no te tengo. Las manos sudan. Se escarcha la espalda.


Se manifiesta el sentir de misteriosas maneras. Pero estrañamente estoy tranquilo. Eso es lo primero. Mañana veremos que pasa.
Aquí yace mi corazón muerto.
Aquí, en este mismo lugar, se asesinó a la más linda historia de amor que jamás existió.



Aristo

Desde el mundo de las ideas