viernes, 21 de marzo de 2008

Reflexiones paganas

Contemplar. Mirar por la pequeña ventana y ver las hojas danzar.
Tranquilas en su indivivualidad, unidas en un todo troncal.
Verdes, grandes y pequeñas hacen al viento silvar. Ritmos lentos y a veces violentos.
Caen las hojas y el pensamiento se eleva.
Extrañaba pensar.
El espíritu se sublima, pero no por efectos de esa suicida sensación falsa de amor.
Los momentos y el viento. Los pájaros, el silencio.
En la idea me fundo con la mística de la montaña y proyecto mi imagen hacia estados gélidos y cósmicos. Soy uno con el universo. Siento su pena, pero me refugio en su eterna sabiduría. Inteligencia de niño sabio que ríe y no se averguenza. Amo al mundo y amo la sensación de amar. Cuan atrapado estaba mi espíritu. Cuán opaco estaba el pobre de Aristo:
reprimido y estupidizado, incluso seudo cristianizado, pero hoy vuelve a danzar feliz y burlesco, riéndose de todo bien y todo mal.
Da igual.
El mundo se me revela en pequeños códigos, en detalles, en la ventana observada,
en la hoja que vuela, en el viento que tímido sopla.




Aristo

Desde el mundo de las ideas