domingo, 23 de marzo de 2008

momentum

Cae
el silencio en la nota.
La gota en la hoja.
Música
Ritmo. Tiempo. Fluido. Sensación cósmica.
Por las estrellas perdido.
Borracho. Canto a mi alma y tomo vino.
Me salgo entre mis poros y al viento feliz me arrimo.
En un baile orate de las verdades me río.
¡Demente! ¡Espíritu felino!
¡Larga vida Aristo!


Espejo y sombra

Ácida malévola palabra de verdad

En algunos momentos busqué oscuridad y negro frío.
La sensación de caer. Anhelé el vacío existencial y ser un perro o una piedra...
algo sin vida, que no sienta.
La sensación que todo molesta. La náusea por la mañana y el vómito ácido de ideas profanas. Sentir pesada la espalda y que nada ni nadie vale nada.
Maldiciendo y aplastando.
Odiando-me y sin salida querer correr sin parar
por cualquier parte ciego avanzar.
Gritando, luchando contra el azote del viento.
Romper violento las murallas con mis puños.
Saltar alto y caer.
Caer fuerte y golpearme y sentir el dolor agudo y exquisito de que con la espesa sangre roja discurre mi maldición negra.
Sentir el pecho agitado y la des-orientación de quien cae por primera vez a la tierra.
Aturdido errante caminar sin-sentido.
Riéndome de mi miseria en la de los demás.
Castigar el cuerpo para liberar el alma. Cultivar el cuerpo para sanar el alma.
Reventarse de golpe contra una pared
para morir y cerrar los ojos
y dejar de constantemente caer: en la vacía vida de quien estas palabras de bíliz vomita
La seducción suicida se fue.
El veneno de las perras lo maté conmigo en él.
Siento que se me despeja la frente, en la zona limpia de las cejas.
Las sienes ya no me aprietan frenéticas.
Ya no se hinchan las venas. Ya no hay más sudor helado en la espalda.
Las manos no me transpiran.
Me gusta este lugar. Me hez familiar. El sol es tibio y la luz es clara. Huele a tierra húmeda.
Se sienten suaves las plantas al tocarlas tímido con mis infantiles manos cansadas.
Miro nuevamente al cielo:
no estás, nunca estuviste.
Silencio.
Me sientes.
Te veo.
Estás.
Posada en la flor rosa de mi sentir.
Hermosa.
Juegas con mis silencios.
Vuelas sobre mí, inquieta-infantil, mujer niña siempre estuviste ahí.
Pero déjame ir y venir,
como el travieso viento necesito látigo y solitario frenesí.
La no-palabra, la desaparición del momento,
la muerte macabra.




Aristo
liberándose violento
destruyéndo-se
construyéndo-se

Reflexión en la hora más silenciosa de todas

En silencio ando pisoteando el gris suelo.
Añorando el otoño y su colchón de crujientes hojas secas.
Viene en el aroma el recuerdo blanco de tu cuerpo. En la cercanía de tu boca lo siento.
Es la misma música. El choque cósmico centellante de tu luz mirada,
se discurre como el agua del río entre las manos. Se miran. Se esconden. Se buscan. Sueñan. Recuerdan. Ríen.
Suaves fragancias me cosquillean intrusas el recuerdo. Y sonrío en silencio. Espero. Debo esperar. Respira, levanta la cabeza y busca el fin último que no es otro que ser-feliz.



Aristo

Desde el mundo de las ideas