lunes, 12 de marzo de 2012

desde la ruta...

Los caminos se abren, se abren y mezclan cambiando
van a pulso, son organismos vivos, como un puente sin cuerdas que pende y cuelga con otros puentes, interponiéndose y separándose. 
Cada paso es un movimiento, y la ruta es conciencia del paso. Paso entre todos, no los conozco pero los miro, entro por sus ojos y una emoción muda y sin palabras me suplica. Son ellos, los que jamás hablan, los que se cosen a sus trajes. No quieren verme, se esconden. Sentado en la micro silenciosamente busco un encuentro humano. Pero nada. Hoy nadie quiere abrirse y hacer camino con su ruta y mi paso lento.
Mirando por la ventana veo el cielo rojizo,  lleno de vibraciones, de ondas y olas de aire. Invadido por apoteósicas  nubes, caprichosas arquitecturas del Azar, que habitan su desalado espacio y transportan sobre él la anaranjada señal del sol esparcida como sangre sobre cuerpos de algodón.
Los caminos se abren. Lo anuncia el viento, los relámpagos, las hojas suicidas, el calor y el frío. Bajo nuestros pies, sobre nuestras cabezas, al frente de nuestros ojos, todo cambia y se transforma constantemente, eterno juego, dados que no dejan de rodar.
Y ahora el silencio es mi compañía. Como si fuera un soplido tímido llena sigilosamente el alma y da sentido a mis pensamientos. 
Palabras en las que habito y palabras que me gritan desde dentro. Somos dos o por lo menos más de uno. Alguien me habla, pero no lo encuentro y ese pillarse es otro camino, interno, entre claroscuros me sumerjo, como si mi mano entrara en una copa negra, tanteando entre recuerdos y removiendo sentires hasta llegar a un pozo, lleno de sustancia caótica, dionisíaca, anárquica, explosiva, el núcleo del sol donde destellan ritmos, verdades, dogmas, instinto de bestia, música de la constante contradicción, río invertido, pirámides que giran, soplidos que chupan. Y bajo eso, qué. 
Sobre una roca lejana me veo contando estrellas, buscando peces en el aire.
El tiempo no existe y no pasa. Cambian las percepciones, la mirada se abre, los ojos destellan chispas al abrirse, los poros de mi piel abrazan cada estímulo, el olor del jasmín, el roce suave de mi mano sobre el tronco de un árbol que bota hojas para cautivarme, el silbido de lo que pequeñamente se mueve, la soledad de la luna, mi mano izquierda tocando, mi boca sintiendo, mi nariz secuestrando momentos, mis ojos dibujando. Estoy vivo viajando, hacia adentro y también caminado, las rutas se abren, mientras el Azar lanza los dados. 
Silencio, otra ruta...


aristo risato

Desde el mundo de las ideas