miércoles, 5 de marzo de 2008

Manifiesto contra la maLdita apatía

Queridos compañeros y amigos profesores

Les escribo con mucho pesar. Este malestar se acentúa más aún cuando recuerdo las constantes y típicas críticas respecto a “proyectos de verdad” en nuestra facultad. Críticas que vienen de una generación apática, nihilista, estancada. ¡Nuestra generación! Alguna vez reclamamos por un espacio para desenvolvernos, bueno, lo tuvimos y se llenó de nada.

Qué pasó compañeros. En qué momento dejamos de soñar. En qué momento se des-dibujaron las ambiciones y empezamos a conformarnos con que los demás resalten. Por qué no ser nosotros personajes históricos. El mundo se mueve vertiginosamente frente a nuestros ojos atónitos y no somos capaces siquiera de escribir nuestras emociones. Somos comunicadores: historiadores y periodistas. Nuestra labor es observar este presente y el presente pasado y entregarlo al-otro. Qué es lo que pasa, acaso no hay suficiente para escribir, denunciar y desenmascarar. ¿Debe morir más gente? ¿Debe haber más corrupción? ¿Debe haber más robos y homicidios? ¿Debe haber más miseria para que nos movamos de nuestros cómodos asientos?

Compañeros, tenemos la dicha de ser una clase estudiantil, porque está claro que la educación dejo de ser un derecho y es un privilegio. ¿Estamos aprovechando bien esta oportunidad? ¿Acaso no hay conciencia de que a nuestra generación le corresponderá las futuras decisiones?

El tema que iba abrir la revista era el descontento social. Tan desconformes estamos que ni siquiera queremos escribir. ¿O nos habrán tapado los ojos? La paradoja de vivir en una sociedad cada vez menos social parece tenernos anestesiados en nuestros pequeños mundos individuales, quitándonos las ganas de construir o mejorarla en algo. Lo teníamos todo: el apoyo, el financiamiento y la asesoría de nuestros maestros. Pero no fue suficiente. Nadie escribió algo para la revista.

Como miembro del comité de editores de este proyecto, dejo mi puesto a disposición de ustedes o del tiempo y el olvido. Me encantaría bombardear de panfletos incendiarios la escuela y proclamar la revolución de nuestro intelecto inquieto y sediento. Ser un terrorista solitario destructor de las mentiras sociales. Revelarme contra el maldito deber-ser y liberar los instintos de grandeza. Compañeros, no se pasa a la Historia sin antes luchar contra ella, y claramente en esta trinchera no se está luchando por nada.

Aristo

Desde el mundo de las ideas