sábado, 31 de agosto de 2013

Ella estaba sentada en el paradero de micros. Sola. Con una bolsa colgando de su mano, que también cuelga, de su cuerpo que luce cansado. En mi aún mal inglés le pregunté cómo llegar a la estación de trenes. Me preguntó si era chileno. Sí, le dije, lo soy. Nos fuimos juntos en la micro, que ella insistió en pagarme. Me habló de sus hijos, de que llevaba viviendo 35 años en Australia; sentados los dos frente a frente, ella mirándome a los ojos y yo un poco emocionado le ofrecí una naranja que llevaba en mi mochila. Ella dijo que no, que yo la necesitaría más. Y me sonrío con su cara de bondad de madre, quizás de abuela. Ante mi silencio ella sacó de su bolsa un boomerang y un llavero que tenía para regalar a una hermana que no vería ese día. Y yo y el frío, y yo y las lágrimas contenidas en la garganta, y yo mirándola como si la abrazara. Se levantó de su asiento y se bajó. Cuando el bus partió, Fresia se quedó mirándome de afuera, despidiéndose con su mano
Lo único que detiene al río es el frío extremo
La escarcha rota como cristales de tiempo roto
Bajo el silencio de la magnas montañas 
Encumbradas a juntar con las nubes su nieve
Misterio de muerte blanca 
Voy con la mirada alta
Buscando lunas y soles
Voy con los pies fríos
Rajándomelos
Con el tiempo que el hielo olvidó

Risato

Pasaje a ningún lugar

Camino arrastrando los pies
Esperando el balazo en mi pecho
Esperando arrastrando cadenas golpeándome los brazos
Camino entre tormentas y ruidosos rayos que gritan desde mi cabeza
Camino con dificultad, con clavos enterrándome los ojos al cráneo 
Camino con esta enfermedad de desear y soñar con hambre y sed animal
Camino entre locos reprimidos, ahorcados con sus corbatas y caros trajes
Camino sobre esta falsa maqueta de lo real
que con sus edificios y calles lapida los sentimientos
Camino y sólo veo máscaras, un mal teatro con sufridos y quejosos actores
Camino queriendo correr
Pero no me dejan
Pero me frenan con sus miradas inquisidoras
Camino frenético y lo único que me baja la taquicardia es imaginarme su mano sobre la mía
Y para no botarte, camino
Camino porque si me detengo me arrojarán ventanales y me cortaré con sus vidrios
Porque me lanzarán piedras en mi cara y se reirán de mi sangre
Camino mientras todo grita y se rompe explotando
Subiendo los pedazos de un todo que cae
Camino y mis ojos lloran como las ventanas en lluviosos días
Botan lágrimas y se enrabian y repiten
y repiten
y repiten que la vida está acá y también más allá
Camino pero nos quieren hacer caer
Nos quieren
No nos quieren
No quieren
No hay amor
No hay frío que detenga este río
Porque sigo caminando
Porque me derrumbo en movimiento
Porque mientras el planeta cae silenciosamente en agujeros cósmicos
Mi alma se encumbra hacia sueños que sueño despierto
Soñar
Soñar
Soñar
Soñar
Soñar
con risas sobre tumbas
con tu mano que sigue de mi mano y tus besos que me siguen besando
y nada más importa
y nada más importa
y nada más importa
Quemaría todos los billetes del mundo para disfrutar todos de la misma riqueza
pondría bombas en cada banco
pondría una semilla en cada desesperanza
Pero lo haría caminando
Recibiendo las balas
Y los escupos
De qué mundo y humanidad me hablan
Qué vida más corta la nuestra
Qué suspiro más engañador
Cuánta mentira
Cuántas ratas y mentidas cloacas
Libertad sólo la tendremos caminando caminando
Caminar e ir caminando aunque nos corten las piernas
Aunque nos ataquen los sueños con amenazas de pobreza
Caminar
Caminar
Caminar
Hasta que la bala atraviese mi cabeza con un ruido y un rojo agujero que silencie todos los gritos gritando muerte y olvido
Un ruido de huesos rotos y un silencio de luz tras el relámpago
Pero seguir caminando caminando caminando

Risato

Maté al Presidente

Prendí la mecha y corrí contra el piquete de pacos. De pronto, todo se calló: la calle, los gritos, los cantos, las sirenas. Todo. Solamente retumba el sonido de mi respiración, de mis pasos corriendo y el murmullo coqueto de la mecha consumiéndose por el fuego. La capucha me protege del humo del zorrillo. La gente me ve pasar y comenta temerosa. Esquivo una, dos veces el chorro del guanaco. Un paco me mira con miedo, otro con odio. Se me aprieta el estómago. Mi pies casi no tocan el suelo. Me siento liviano. Los mirones siguen comentando. Llega el momento. Suelto la molotov sobre el auto del Presidente quien se está bajando, sonriendo con su cara de imbécil, mientras mi bomba cruza profética el aire. Sabe que será historia. Sé que seré historia. Sé que pasaré años en la cárcel, pero sé que mi espíritu será libre, más allá de cualquier barrote. Cae la molo sobre el hombro de la autoridad. Silencio. Un ruido de vidrio quebrándose y silencio. Todos lo miran a él. Nadie se mueve. Se libera furioso el fuego sobre el cuerpo. Se quema el costoso traje del Presidente. Se queman su carne. Se queman sus huesos. El presidente grita. El Presidente aulla. El Presidente arde y cae envuelto en fuego. Sonrío. Respiro y comienzo mi fuga. Siento pasos y gritos frenéticos detrás de mí. Los pasos se detienen. No vuelvo la mirada. Siento un golpe en la espalda. El golpe es una bala. Siento otro golpe en la nuca. Sonrío con mayor dificultad. Caigo sobre un charco húmedo y rojo, que es mi charco. Sonrío, por última vez y con mucho esfuerzo, vuelvo a sonreír mientras todo se apaga.

RIsato

Desde el mundo de las ideas