Éste era un tipo que odiaba los libros y todo lo escrito. Un tipo que caminaba solo y cada hoja escrita que se encontraba tirada en la calle, la recogía y la guardaba secretamente en su bolso, mirando desconfiado a todas partes. Claro, todos lo veían al pasar, pero nadie se detenía en él. No existía. Invisible personaje del asfalto de una ciudad oscura, ruidosa, infartante. Los autos, las colas interminables, el aire ácido, la cochinada humana inundando las calles de plástico, botellas, basura.
Bueno, el tipo recogía papeles, durante todo el día. Sin discriminar, palabra escrita que veía en el suelo, palabra que secuestraba. Planearía algo macabro. Quién sabe.
Boletas, folletos, revistas, diarios, cuadernos, talonarios usados, todo, todo lo guardaba en un gran bolso. Hasta llenarlo. A veces tardaba el día entero, otras, un par de horas. Dependía de su sentir al despertarse. Pues el tipo tenía su historia. Historia que no vale relatar a esta altura. Resulta que al llenar su bolso se dirigía al patio trasero de su miserable casa, prendía un fogón, se calentaba, comía, se alumbraba y al calor de ese anaranjado silencio recordaba. Recordaba palabras que olvidó. Luchaba por llegar a ellas, pero nada, seguía hundido en su implacable silencio. Simplemente, no le salían las palabras. Y el tipo lloraba, lloraba porque no tenía palabras, no podía pensar, no podía hablar, sólo se despertaba cada día a recolectar escritos entre oficinistas, micros, autos, estudiantes, obreros, putas, abuelas, niños, todos hablando, todos riendo, todos odiando, todos siendo en sus propias palabras. El tipo no poseía ninguna. Sólo las portaba todos los días y tras enamorarse cada noche de ellas y jurarles amor eterno, las quemaba.
Es él, ser de voz y viento que habita dentro de mi piel. Es Aristo Risato, el de las ideas malditas, el de las letras de sangre.
martes, 3 de abril de 2012
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las diferentes connotaciones acerca de un objeto... un reciclaje tras otro.
ResponderBorrarbella historia
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