martes, 3 de abril de 2012

Una historia violenta

Adiós a las armas. Eso fue lo que pensé tras ver a mi viejo con una pistola en la boca.
Él no sabía que yo iría, él jamás supo nada.
Abrí la puerta y lo vi asomado al balcón, apuntándose. Sobre la mesa, media botella de whisky y sobre el computador algo de coca.
Yo no creo en la maldad, pero sí en la locura.
Vi sus ojos vacíos como si fueran dos copas negras sin fondo. Con un mal gesto medio muerto me miró y dejó caer la pistola.
Lo que sucedió después no lo recuerdo, sólo tengo imágenes que son cuadros detenidos en el tiempo:
un grito con los ojos cerrados. Sus gritos tras prolongados silencios contenidos. Un vaso roto y mi mano derecha tajeando torpemente mi brazo izquierdo.
Sangre. Sangre. Sangre. Sangre.
He sentido innumerables veces un fuego que desde dentro del estómago se expande
quemando y rompiendo,
liberando todas las bestias que habitan dentro
todas las maldiciones, todas las palabras, toda la sangre.
Fluyen furiosos todos los sentires como el vino en las venas de Dionisio.
No temo a la muerte. La vida continua y es un camino abierto. La ruta es abrir corazones, violar ojos, deshojarse y dejarse caer, desafiar al sol y callar con la luna...

Risato

1 comentario:

Escribe y muere

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