el domingo sangra
todo rojo bajo su espesa mancha
las heridas se abren en la carne cruda
y el derrame no se estanca
a borbotones mi dolor grita
lo vomita ácido mi garganta
cómo hacer frente al látigo con el que me des-ollas
las palabras queman el alma
y con el cuerpo un tanto intoxicado por el consumo desnfrenado
me hundo
me hundo lento a mi vacío oscuro de domingo
condenado a la tristeza me pierdo
ahogado en sus profundidades a Él le rezo
Dios mío, si tan solo existieras
aristo
y la maldición del domingo
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Escribe y muere