Y con gran seguridad y altanería, sacando pecho y elevando su cabeza mientras se afirmaba el estómago con la mano izquierda y la espalda con la derecha, sentenció:
-Las grandes penas de la vida en realidad son sus grandes enseñanzas.
-Es fácil decirlo...
Es él, ser de voz y viento que habita dentro de mi piel. Es Aristo Risato, el de las ideas malditas, el de las letras de sangre.
domingo, 31 de enero de 2010
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Escribe y muere