lunes, 17 de marzo de 2008

Del amargo des-amor

Cómo dueles.
En la lágrima contenida y en las palabras no pronunciadas imploro tenerte.
Pero en nuestro mundo individual no hay espacio para amar-nos.
Ya no nos queremos, pero nos amamos.
Lo sé. En tus ojos lo siento. En la mirada borrosa y celeste estoy aún ahí, con lo mejor de mí.
Cómo dueles.
No sé qué es lo que duele, pero me clavan punzantes las espinas. Y sangra el corazón porque ya no tengo esa rosa flor antes mía.
Cómo dueles.
Cómo duele vivir sin ti hoy. Cuánto te extraño, en mi cuerpo y en el solitario pensamiento te escucho y te siento.
Cómo dueles en las frías noches sin tenerte. Cómo me duele el suicida silencio.
En este momento te escucho en la agonía del corazón triste. Palpitante me llama. Agónico luchando por no verme. Pero estoy en el aire, en el aire que tú respiras.

Dónde estás princesa de corona caída.

Estás en mí, mas la maldición del viento nos nubló los ojos del sublime sentir.
Quién diablos nos separó. De quién fue esta cruel broma.
El daño hecho hecho está y las heridas no dejan de sangrar.
No te quieres curar. Te puedo ayudar. ¿Te quiero ayudar? Quiero volver a amar-¿te?
Pero no quieres luchar.
La pena y el des-encanto de mis filosas palabras de sangre:
torpes e impulsivas.
Ciegas y estúpidas.
Golpeadoras y mentidas.

Pero cada amargo resabio al viento me lastimó violento. Y también sufro. Y me dueles.
Y me gustaría borrar todo, pero no se puede.
Sólo si nos logramos sanar podremos de nuevo juntos estar
y al mundo de colores pintar y sobre sus nubes volver a danzar.
Solamente dame del corazón una señal
...
una maldita señal para esperar.


El infierno de Aristo

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