lunes, 2 de abril de 2007

La pena de Dios

Será orgullo? Será odio? Helada indiferencia?

O simplemente el descaro de un loco que no sabe hacia dónde apuntar con sus flechas de oro?

La lucura de un héroe caído de la imaginación de un niño a la perversa y canalla encarnación de un padre…

Dios mío, si tan sólo existieras.

Pero no. Ambos somos lo mismo: fría maldad que inducimos a los demás a creer lo que queremos que ellos crean; sin saber que somos unos bastardos.

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