lunes, 2 de abril de 2007

ser y ser existente

La belleza de preguntar

Toda respuesta se haya contenida en la misma pregunta, es su carácter existencial. Ambas son una. Respuesta y pregunta no podrían ser tales si no existieran las dos. Por lo tanto, al preguntarse por el sentido de la pregunta hay que preguntarse por el sentido de saber su respuesta: debemos saberlo todo?

Al saberlo todo, gracias a una distinguida capacidad intelectual, todo aquello propio de la irracionalidad pasa a ser objeto de desdén cognitivo… qué saben los intelectuales del amor, la abstracción y la contemplación? Bendita sea la simpleza del ser. Bendita sea su mirada perdida en cuestionamientos celestes de negros cielos estrellados. Bendita sea la natural filosofía, producto del contacto intelectual del Hombre con aquello que él sí sabe que le es imposible de saber, porque ahí está el misterio, el sentido. Hermosa sabiduría del asceta errante que busca impetuosamente en los abismos insondables de su interior, estimulándose con todo aquello que se percibe por los sentidos, no con el hábito imperioso del estudio sistemático, racional e instrumental. Bendita sea la búsqueda de la mejor pregunta, porque en ella está contenida la mejor respuesta

Buscar respuestas es buscar obstrusamente La Verdad, verdad que no es. Buscar preguntas es empaparse del flujo dinámico de la Historia, es ser un espíritu libre desencadenado de las miserias mundanas y de las promesas de artificiosos paraísos ultraterrenos, que aspira a destruir con su martillo las barreras que impiden la búsqueda del conocimiento. ¡Basta ya quietud y mediocridad! ¡Necesitamos salvajismo intelectual, materializado en una búsqueda voraz, incesante y sedienta de sentido y vida! Búsqueda que aspira a interpelarse a sí misma mediante la mejor pregunta, porque ahí hay vida, porque solamente ahí se aprecia el esplendor intelectual del ser.

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